Todos somos Rogier

Foto: Europapress

El próximo 18 de junio será el 551 aniversario de la muerte de Rogier van der Weyden. Que sirva esta humilde entrada como homenaje a su memoria.

Rogier van der Weyden, pintor nacido en Tournai en el 1399 y fallecido el 18 de junio de 1464, es el protagonista del Museo del Prado de Madrid. Del 24 de marzo al 28 de junio se reúnen de forma inédita algunas de las piezas más importantes del autor. Se trata de una ocasión especial para ver bajo el mismo techoel famoso Descendimiento,  el Tríptico de los Siete Sacramentos (cedido por el Koninklijl Museum voor Schone Kunsten de Amberes) el Altar de Miraflores (cedido por el conservador Stephan Kemperdick de la Gemäldegalerie del Staatliche Museen zu Berlín) y el recién restaurado Calvario, entre otras obras del pintor.

No obstante, no voy a hablar sobre la exposición ni del catálogo razonado de las obras del pintor. Considero que merece mucha más atención el impacto estético y formal que tuvo en las artes contemporáneas a él y, sobre todo,  posteriores a su muerte.

La diáspora de Rogier van der Weyden en Europa.

Igual que las malas noticias, las innovaciones sin precedentes no tardan en extenderse. El mundo del arte funciona con una dinámica semejante. Pondremos un ejemplo muy sencillo. Un pintor que desarrolla la técnica de la pintura al óleo va logrando un resultado diferente al obtenido anteriormente con la pintura al temple. Con la pintura al óleo el resultado es mucho más minucioso, consiguiendo que, gracias al lento secado del material, le permita trabajar a base de capas y veladuras. Eso hace que los acabados en la pintura sean mucho más preciosistas. Sí, me refiero a la leyenda que es Jan van Eyck. Probablemente si él no hubiera experimentado con esta técnica, Rogier van der Weyden no habría sido la maduración personificada de la pintura flamenca de el siglo XV. Si Rogier van der Weyden no hubiera sido la maduración personificada, probablemente la obra de pintores como Gerard David, Juan de Flandes, Hans Memling, Dirk Bouts, el Maestro de la Redención del Prado y muchos otros, habría tomado un rumbo distinto. Pero no fue así. Resulta curioso poder ver las cadenas de pintores y su constante retroalimentación, como si se tratase de una continuidad genealógica, en la que los lazos de parentivo se evidencian en el resultado de su habilidad con los pinceles. El arte es influir, evocar, aludir, citar, apoyar, justificarse en modelos de prestigio y copiar.

Compartir es vivir: aprendices, maestros y clientes.

Si algo me fascina realmente del arte flamenco del siglo XV y XVI es el constante movimiento de copias y transmisión de modelos. La dicotomía modelo-copia era un fenómeno con un significado mucho más flexible que el que podemos aplicar al arte de períodos posteriores. Esto significa que en el proceso de creación de un cuadro, tríptico o políptico, los dibujos previos eran susceptibles de ser copiados por los aprendices del maestro. Esos aprendices estudiaban con la composición espacial, la colocación de los personajes, la perspectiva, las expresiones, el tratamiento de las telas, la disposición arquitectónica, etcétera. No obstante añado que la copia como parte del proceso de aprendizaje no era nada nuevo, fuentes escritas como el Tratado de Pintura de Cenino Cennini ya viene recomendando esta práctica. A partir de ahí se crea un vínculo que no finaliza únicamente en la obra que ha estado trabajando el maestro, si no que otras posibles variantes se dispersan gracias a la copia de los aprendices del taller, que a su vez, copiarán sus aprendices al llegar ellos a la maestría, o bien, a los aprendices de otros talleres.

Es exagerada la rapidez con la que una obra es sujeto de imitaciones por parte de otros pintores. El concepto de  copia de diseños y modelos gozaba de una consideración menos restrictiva y más libre. Dentro de la copia, podemos discernir tres modos de transferir un dibujo a otro. El primero, la calca mediante la incisión de un punzón, el cartón perforado y la mise au carreau ó copia en cuadricula ¿Cómo se puede saber si una obra ha sido previamente calcada? Si han habido incisiones, mediante los rayos-X se pueden visualizar los métodos de traspaso y las incisiones, en el caso de que hayan.

Una copia, dos copias, tres copias…

El Descendimiento de Rogier van der Weyden es un ejemplo muy elocuente del fenómeno de la transmisión de modelos. El Descendimiento data del 1430-1435 y fue un encargo del gremio de ballesteros para su propia capilla en la iglesia de Nuestra Señora Extramuros de Lovaina y adquirido por María de Hungría en 1549. Posteriormente, en 1556 se retira a España y destina el Descendimiento a la capilla del palacio de El Pardo. Hasta ahí todo bien. El asunto se pone interesante cuando existen 4 copias más de dicho descendimiento, en total 5 Descendimientos:

La copia más antigua es el tríptico de Edelheere, datada entre el 1441-43, luego encontramos otra en la Gemäldegalerie de Berlín, en la Capilla Real de Granada y la del Escorial, segunda copia realizada por Michael Coxcie.

Triptico Edelheere, Iglesia de San Pedro de Lovaina, ca. 1441-43
Me costó horrores encontrar el Descendimiento de la Gemäldegalerie de Berlin, por fin encontré una imagen en el libro de «Weyden: Maître des Passions», publicado después de la exposición dedicada a él en 2009 en Lovaina.
Siento la horrible calidad, pero es la fotografía de una diapositiva del discurso de Laura Alba Carcelén el pasado 6 de Mayo en el Prado.

Curiosidad: si os fijáis en el vestido azul ultramar del cuadro original de Weyden (esquina superior izquierda), se percibe de una tonalidad mucho más intensa y estable. Eso se debe a que Weyden utilizó dos capas de azul de diferentes calidades, una primera de una calidad intermedia y la superior de azul ultramar. El resto de copias utilizaron pigmentos de peor calidad y eso salta  la vista.

Pero volvamos al principio. Felipe II, en un viaje con su padre Carlos I a los Países Bajos, visitó el castillo de Binche en 1549, donde vivía su tía María de Hungría.

Maestro anónimo, Interior del castillo de Binche durante las fiestas en honor a Felipe II, 1549. Biblioteca real de Bruselas.

María de Hungría, muy fan de Weyden, llegó a un trato con el gremio de ballesteros de Lovaina (los que en origen encargaron a Rogier el Descendimiento en 1430-35) de comprar el Descendimiento a cambio de colocar una copia de Michael Coxcie y un órgano por valor de 1500 florines en la Iglesia de Nuestra Señora Extramuros de Lovaina, aproximadamente en 1548. Allí vio el Descendimiento de Weyden tal y como lo cuenta el cronista Vicente Álvarez: << Una tabla que representa el Descendimiento de la Crux, que es la mejor tabla de todo el castillo y creo, del mundo entero […] se le ha reemplazado por una copia que es semejante a la original>>. Felipe II trajo el retablo a la capilla real de El Pardo probablemente en 1555, donde María de Hungría lo custodiaría hasta el día de su muerte en 1558. En 1564, la documentación nos muestra que el Descendimiento de Weyden sigue en el el Palacio de el Pardo.

Si queréis saber más de Rogier van der Weyden, Lorne Campbell (el comisario de la exposición actual de el Museo de el Prado) ha publicado numerosa bibliografía sobre el pintor, así como Stephan Kemperdick (antes citado comisario del Staatliche Museen zu Berlin). Griet Steyaert, Bart Fransen, son algunos nombres más que se han de tener en cuenta si se quiere profundizar un poco sobre el tema.

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